Ciberviolencias y juventud

Ciberviolencias y juventud

Muchos/as hemos experimentado cómo Internet y las redes sociales se han convertido en una herramienta indispensable en nuestro día a día. Estos instrumentos nos permiten interaccionar con nuestro entorno de una manera más inmediata y visual y nos dan opción a mostrar partes de nuestro día a día a un público ilimitado. Es por ello, que vemos miles de interacciones sociales en Internet, vemos publicaciones, historias, comentarios o videos; contenido audiovisual mediante el que nos comunicamos con nuestro entorno. Asimismo, es fundamental aclarar que las redes sociales suponen un adelanto en nuestra sociedad por la inmediatez y la cantidad de información que podemos conseguir mediante un simple “click” pero no hay que olvidar los riesgos que conllevan, como las ciberviolencias, pérdida de privacidad o uso abusivo de las mismas, entre otros. La ciberviolencia y los comentarios ofensivos son constantes en esta forma de socialización en línea.

Derivado del uso de las redes sociales nos encontramos con distintos tipos de Ciberviolencias; Ciberviolencia de género, ciberbullying, discurso de odio, sexpreading, sextorsion o sharentig, entre otros. Que esto ocurra no debería de extrañarnos porque detrás cada red social, hay una persona; por tanto, no es más que la representación de lo que ocurre “en directo”. En línea se reproducen las mismas violencias, siendo aceptado y normalizado en nuestra sociedad, con, evidentemente, diferentes características a la violencia presencial. Así que, todavía queda mucho trabajo en materia de concienciación y sensibilización. Pero, ¿por qué soportar insultos y odio por internet se ha normalizado?

Los jóvenes que pertenecen a esta generación están enganchados a comunicarse entre ellos y ellas mediante redes sociales, puesto que esto les permite hablar con sus amigos y amigas (indispensables en esta etapa) en cualquier momento y en cualquier lugar. Además, la socialización online es una opción magnífica para mantener contacto con amistades, conocer a gente nueva y entender distintos puntos de vista… Sin embargo, a pesar de sus múltiples virtudes la comunicación online también tiene carencias y fallos, tales como la dificultad de empatizar cuando hablas por una red social o cuando ves imágenes de otras personas. En muchas ocasiones la sociedad parece olvidar que, detrás de ese contenido que consumimos en redes sociales, hay personas reales, que evidentemente tienen sentimientos y que lo que nosotras y nosotros podemos opinar influirá en su auto concepto o salud mental.

Con respecto a la salud mental, considero que tenemos una asignatura pendiente, entender y aceptar que el acoso psicológico también duele. En infinitas ocasiones escuchamos justificar ataques verbales con “es broma” o “no es para tanto”, restándole importancia al acoso psicológico. Tenemos que concienciarnos de que los insultos, amenazas o humillaciones duelen y aunque el daño no pueda observarse porque no se avisten signos de acoso, el receptor de ese odio y faltas de respeto sufrirá.

Por otra parte, la Ciberviolencia en el entorno digital, en ciertas ocasiones se defiende como libertad de expresión. La fina línea entre la libertad de expresión y las faltas de respeto dificulta reconocer ciertos tipos de ciberviolencias como puede ser el discurso de odio en internet. Esto va ligado a la propia sobre exposición que muchos y muchas hacen en redes sociales, al menos, los acosadores así lo justifican, pero no nos olvidemos que, a pesar de que mostrar aspectos de nuestro día a día en las redes o dar información personal puede ser peligroso no es ilegal, en cambio hacer comentarios ofensivos a otras personas y faltarles el respeto si lo es.

Uno de los factores que facilitan el acoso en la red es la rapidez con la que los contenidos se viralizan, es más, no sólo facilita el acoso si no que lo multiplica puesto que hay muchos más testigos y participantes en ese acoso.

El anonimato es otro de los factores que facilitan el acoso en Internet. En muchas ocasiones observamos ciberviolencias ejercidas por gente que en un entorno cara a cara nunca ejercerían violencia hacia otros, pero al esconderse detrás de una pantalla, se sienten libres de atacar sin ningún escrúpulo.

Una de las consecuencias que observamos en casos de ciberviolencias es la culpabilización de la víctima. En casos como el sexpreading, es decir, el reenvío de fotos íntimas de otras personas sin su consentimiento, observamos como la sociedad tiende a culpabilizar a la víctima por haber “enviado ese tipo de fotos”.

Por otra parte, la diversidad corporal en redes sociales es objeto de burla, crítica y violencia. Sólo debemos entrar a leer comentarios en publicaciones de gente negra, gorda o del colectivo LGTBIQ+ para observar el acoso que estas personas sufren simplemente por existir sin ser parte de lo que socialmente está aceptado. No podemos olvidarnos de las consecuencias que este tipo de violencia hacia la corporalidad diversa puede generar, sobretodo en adolescentes. Los Trastornos de la Conducta Alimentaria, dismorfia o baja autoestima están a la orden del día derivados en gran medida por este tipo de ciberviolencia.

Para finalizar, me parece fundamental mencionar el activismo en redes, cuando se habla de ciberviolencias tendemos a criminalizar a las redes sociales y, a fin de cuentas, las redes sociales son sólo un medio por el cual nos comunicamos, pero la violencia que observamos en este medio la ejercen personas. Es por ello, que es imprescindible buscar y tener como referentes a personas que sean activistas feministas, LGTBIQ+, antirracistas o body positive entre otros, puesto que nos mostrarán la parte positiva y enriquecedora de las redes sociales. Si nos centramos en los jóvenes, sin lugar a dudas, necesitan referentes de este tipo para poder sentirse seguros y seguras en un entorno hostil como a veces puede llegar a serlo el entorno digital.

ITZIAR ERRASTI

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#SexualidadesCorporalidadesYBuenosTratos

Este documento ha sido fruto de un proceso participativo y colectivo donde hemos compartido sabidurías, sentires y experiencias entorno a los espacios digitales y cómo pueden ser también territorios para ver(se), escuchar(se), reflexionar, achucharse y accionar.

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