Desnudo femenino e identidad
Hasta hace pocos años no he llegado entender en realidad que es el desnudo femenino y el desnudo en general para mí, nunca supe contestar a esa pregunta, a pesar de estar fascinada por el desde muy joven, cuando pintaba y dibujaba a diario y la temática de mis dibujos eran exactamente como mis fotos en la actualidad, de ello me he dado cuenta hace muy poco.
Desnudarse, tiene para mí varios sentidos, es una expresión de humildad, porque nos mostramos tal como somos, sin adornos ni florituras, no hay donde esconderse, pero también tiene esa parte erótica, sensual que es natural e inherente al ser humano y que la educación nos ha intentado hacer ver como algo negativo y sobre todo al género femenino. Esta es otra razón más por la que en mis fotografías intento que aparezcan todos los atributos que como seres humanos contenemos.
Podemos mostrar empatía pero no piel, podemos alardear de inteligencia, quien la tenga… pero no de nuestra sexualidad, y así podríamos seguir un largo rato, sin embargo, y basándome en ese pensamiento tan acertado de “en el término medio está la virtud” intento que sea mi fotografía, como una mezcla del todo que somos, porque al final se trata de documentarnos como eso, seres humanos, con todos sus ingredientes.
Siento que el desnudo es
el hermano indefenso al
que defender frente a
otros aspectos de la
fotografía, el que siempre
tiene que justificarse, y así
me siento a veces cuando
me preguntan, ¿por qué
haces desnudo?
Y yo
respondo ¿POR QUÉ NO?
El hecho de fotografiar algo le confiere un valor a las cosas, también a las personas, y es algo innegable, ya que solo fotografiamos aquello que nos resulta interesante, y a mí el desnudo me parece un aspecto demasiado interesante como para ocultarlo. Ya lo dijo Susang Sontang, “Siempre he estado preocupada por el punto de vista que nos muestran los libros y medios de comunicación sobre este tema, un desnudo útil ¿para quién?. La historia nos ha mostrado un desnudo complaciente con los deseos masculinos, un desnudo donde la mujer cumple la función de objeto, rodeada de atrezos, por si no fuese suficiente la imagen femenina, y en ese sentido es mi batalla, en la de mostrar mi concepto del desnudo desde mi visión como mujer sobre todo y como fotógrafa, por tanto, como sujeto que aporta una visión posiblemente diferente y dando así opciones distintas a las que hasta ahora marcaba la mirada masculina.
Creo en la necesidad de hacer fotografía de desnudos femeninos valientes y alejados de la pasividad, que realcen el cuerpo de la mujer con nuestra belleza y nuestra imperfección también, y todo ello desde los ojos de mujeres, que, al fin y al cabo, quien mejor que nosotras mismas para contar cómo somos y lo que nos acontece en nuestro cuerpo. Siento que nos hace conductoras de nuestra propia identidad, el hecho de ser la parte activa en ese discurso de nuestra propia imagen. ¿Cómo sentirse a gusto en un identidad visual que no hemos creado nosotras?
Y esto es lo que empecé haciendo con mis autorretratos, usar mi propio cuerpo como campo de batalla, y como mapa de errores y aciertos, explorar, buscar respuestas a esas preguntas que no nos atrevemos a hacer públicas, y que se han convertido en una autobiografía visual que relata la evolución física y también emocional a lo largo de los años. Cada autorretrato es una historia en sí misma, podría ser incluso un diario sincero donde sólo yo conozco la trama y lo sucedido, cosa que me deja tranquila y a salvo.
En muy pocos de mis autorretratos muestro el rostro, dejando toda la carga expresiva en las formas, el color o el cuerpo, con la intención de hacerlos anónimos, de esta manera pienso que pueden verse reflejadas otras personas, mujeres u hombres, ya que últimamente me apetece explorar ese desnudo también desde mis ojos como mujer fotógrafa.
Las redes sociales han sido un gran avance, en cuanto que nos ha acercado a profesionales de la fotografía que son desconocidas y a su vez maravillosas, sin este avance no hubiéramos oído hablar de ellas, sin embargo hay un cáncer implícito en ellas y es la censura, absurda y agresiva, con un criterio dudoso además…
Insisto con mi trabajo en mostrar la diversidad de nuestros cuerpos, en hacerlos visibles y escapar así de la imagen normalizada que hasta ahora hemos tenido como único referente, porque se hacen necesarios múltiples referentes donde identificarnos, en donde estar en casa y sentirnos bien.
La fotografía es una herramienta muy potente que además tiene la capacidad de dejar ese poso que nos permite ver nuestra evolución en el espacio y tiempo, y a mí me gusta usarla para fotografiar nuestros cuerpos desnudos, despojados del envoltorio social, y de lo que nos cubre que es de todo en ocasiones menos físico.
Y esto lo fui descubriendo a lo largo de los años que llevo autofotografiándome, mirándome muy de cerca, descubriendo cuales son mis límites tanto físicos como psicológicos, ayudándome a entenderme a mí misma, he entendido y aprendido mucho de las personas que se sientan frente a mí y mi cámara, he descubierto tantos mundos interiores, tantas historias ocultas, tantas problemáticas como personas hay. He aprendido a escuchar, a mirar y a comprenderme a mí misma.
He aprendido que desnudos somos todos iguales, que tenemos las mismas necesidades de afecto, de autoestima, miedos, ilusiones, y otras muchas inherentes al ser humano, por diferentes que nos sintamos, que necesitamos ser visibles en sociedad, y esto, refuerza nuestra identidad.
Es por todo esto que sigo fotografiando nuestros cuerpos desnudos, con la mirada de una mujer que se empeña en mirar y contar cómo somos, porque somos nosotras quienes tenemos que construir nuestra propia identidad.